La Argentina atraviesa un momento bisagra. Años de deterioro económico, desconfianza institucional y agotamiento social han generado una búsqueda urgente de respuestas. En ese contexto, el auge del pensamiento libertario —con su énfasis en la libertad individual, el achicamiento del Estado y la apertura económica— ha ganado protagonismo, en buena parte con razón. Es una reacción lógica frente al hartazgo que provocan la inflación crónica, la presión impositiva excesiva y el gasto público descontrolado.
Pero por más necesarias que sean algunas de sus recetas económicas, el libertarismo no puede resolver por sí solo los problemas más profundos que arrastra nuestro país: el debilitamiento de las instituciones, la falta de previsibilidad jurídica y la ausencia de una cultura cívica republicana.
Este sitio nace con la intención de recuperar el valor de la república —no en el sentido partidario estadounidense, sino como modelo de organización política basado en leyes, instituciones sólidas y límites al poder—. En definitiva, como un marco indispensable para cualquier proyecto de país serio y duradero.
¿Qué es el republicanismo?
El republicanismo es una tradición política que coloca al Estado de Derecho, la división de poderes y el interés público por encima de los intereses particulares. Parte de una premisa fundamental: la libertad no consiste en la ausencia de reglas, sino en vivir bajo normas justas, estables y aplicadas por instituciones legítimas.
Una república no es solamente un país donde se vota. Es un sistema en el que nadie está por encima de la ley, donde el poder político está limitado por contrapesos reales y donde el gobierno está obligado a servir al bien común, no a perpetuar privilegios ni alimentar clientelas.
¿Por qué esto es relevante para la Argentina?
Nuestro país tiene una Constitución que, en términos formales, recoge esta tradición republicana. Pero en la práctica, las instituciones han sido sistemáticamente degradadas. Los personalismos, el desprecio por los fallos judiciales, el uso del Estado con fines electorales, y la falta de consecuencias para el abuso del poder son síntomas de una república que ha perdido sustancia.
Sin instituciones fuertes, no hay mercado libre que funcione de manera sostenible. No hay inversión productiva sin seguridad jurídica. No hay crecimiento real sin Estado de Derecho. Por eso, cualquier cambio económico profundo que no contemple una reconstrucción institucional está condenado a ser transitorio.
El libertarismo puede ser una medicina útil para la fiebre fiscal. Pero el republicanismo es el sistema inmunológico que nos puede proteger del colapso cívico.
Qué vas a encontrar en este sitio
Este espacio va a publicar, cada semana, una reflexión sobre estos temas: el valor de las instituciones, el rol de la ciudadanía, el respeto por la ley, el deterioro de la vida pública, y cómo reconstruir una cultura republicana en la Argentina. Sin consignas vacías ni dogmas. Con argumentos, ejemplos concretos y espíritu crítico.
Porque el problema de fondo no es solo económico: es político, institucional y cultural. Y para salir adelante, necesitamos algo más que reformas. Necesitamos una república viva, activa y respetada.